Wednesday, October 12, 2011

Negligencia Criminal

Vivir en Venezuela, sin gobierno.
(En el Campo de la Verdad, ante la inminente batalla por la vida Arjuna, príncipe de los Pandava, desfallece. Krishna, el Señor, le aconseja.)

¿De dónde sale esta desesperanza, Arjuna,
en esta hora, la hora de la prueba?
Los hombres rectos no conocen el desaliento, Arjuna,
que no gana ni el cielo ni la tierra.

No sucumbas a esta debilidad que te degrada
porque no corresponde a un hombre que es un hombre.
Desecha este desánimo indigno y levántate
como un fuego que quema todo lo que enfrenta.

–Bhagavad Gita
Tres delincuentes armados asaltaron nuestra casa hace una semana. La casa que construímos con nuestras propias manos. La casa donde nuestros hijos fueron felices, jugaron y crecieron justos, honestos y creativos.

Sería comprensible que sucumbieramos a la tentación de lamentar aquí el horror que irrumpió en la intimidad de nuestro hogar; pero lamentarnos ahora sería conceder una segunda victoria a los criminales. Y sería indigno: sería una debilidad que ofendería la memoria de quienes han caído en esta guerra que el hampa ha declarado a la Venezuela que trabaja.

La violencia criminal se ha instalado en el devenir de nuestros días. En El Hatillo, a 500 metros de nuestra casa, un vecino fue asesinado de un tiro en la frente –para arrebatarle unas cuantas tarjetas de teléfono. En El Cementerio, en Caracas, un niño murió abaleado cuando de la mano de su madre salía de la escuela. En un barrio de Maracaibo una bala atravesó el techo de una vivienda y le quitó la vida a un niño que dormía. La delicuencia ejerce su imperio amparada por una impunidad casi absoluta.

Es digno –y necesario– expresar aquí mi convicción de que mucho más temprano que tarde Venezuela se impondrá sobre el latrocinio, sobre la miseria espiritual e intelectual de quienes han hecho del gobierno un ejercicio de negligencia criminal.