Wednesday, November 21, 2012

Fotos del Atardecer en Caracas

El sol poniente encerrado en el Fuerte Tiuna
Atardecer
Atardecer en Caracas: el sol, las nubes y un árbol

El sol detrás de una colina en el Fuerte Tiuna en Caracas
El sol sobre una colina

Sol poniente en Caracas
El sol en Caracas, hacia la noche


Fotografiar una puesta de sol en Caracas es una proposición difícil. Puede que desde un edificio alto sea posible encontrar una vista directa al oeste, pero si se quiere capturar el poniente desde el nivel de la calle las colinas y los edificios complican las cosas. De hecho, buscando en un mapa topográfico sólo encuentro dos lugares con vista a la puesta de sol: el Mirador de la Cota Mil y la calle El Poniente, dentro del Fuerte Tiuna.

A un cuarto para las cinco de la tarde, cuarenta y cinco minutos antes de que se oculte el sol, llego al final de la avenida Principal de Cumbres de Curumo. En la alcabala en la entrada del Fuerte Tiuna encuentro delante de mí una cola de lujosos BMW's, Toyotas y Mercedes, que se detienen brevemente e ingresan al Fuerte sin impedimento.

Llega mi turno y me dirijo a uno de los militares que custodian la entrada.

—Buenas tardes, soy profesor de la Universidad Simón Bolívar, quisiera entrar a tomar unas fotos del atardecer.

—Aquí sólo pueden entrar los miembros del IPSFA y los miembros del Batallón...

Insisto.

—Hijo, yo tengo 60 años, desde que era un niño he podido ingresar al Fuerte con sólo mostrar la cédula.

—No puede entrar. Dé la vuelta.

En algún lugar leí que dentro del Fuerte Tiuna atracan.

—Pero hijo—agrego—ahí adentro atracan. Yo sólo soy un viejo, un profesor universitario que quiere fotografiar su Caracas. Si quieres me paro ahí mismo a la derecha y te dejo la cédula.

—Hágame el favor, dé la vuelta.

Pienso en seguir insistiendo, pero recuerdo algo que dijo Wiston Churchill: «la inteligencia militar es a la inteligencia lo que la música militar es a la música». Doy la vuelta y me retiro, no sin antes despedirme.

—Muchas gracias por su amabilidad.

Estoy a punto de darme por vencido y me detengo a un lado. Pero me anima en ese momento recordar que nuestros ascentros originarios navegaban las noches del mare nostrum Caribe: bajo cielos claros siguiendo en el cielo el movimiento de 253 estrellas memorizadas desde la niñez, bajo cielos oscuros, siguiendo con los testículos en el fondo de la curiara el movimiento de las olas de baja frecuencia reflejadas por Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo. Saco la brújula del bolsillo y comienzo a manejar de nuevo, buscando el oeste.

Siete cuadras más adelante una vecina trota. Le digo.

—Buenas tardes, señora. Estoy tratando de tomarle unas fotos al atardecer. La mejor vista la tiene el Fuerte Tiuna, pero los militares no me dejaron entrar.

—Así estamos señor.

Pregunto.

—¿Usted no sabrá de un punto que tenga una visual hacia el oeste?

—Sí, el Mirador de Cumbres.

La señora me explica en detalle como llegar. Es un poco lejos y tengo que preguntar dos veces más en el camino.

Cuando llego al Mirador me doy cuenta de que si bien hay vista al Oeste una colina obstruye la visual al horizonte en el valle de Caracas. Detrás de la colina, en el Fuerte Tiuna, está la mejor vista. Lo mejor es enemigo de lo bueno, pienso, y tomo estas fotos, que ahora comparto con ustedes.

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