Wednesday, September 27, 2017

Venezuela, Consenso de Washington y Dogma Neoliberal

Aprender a aprender de la realidad
El Consenso de Washington es la expresión concreta del dogma político neoliberal.

Ronald Reagan, en los Estados Unidos, y Margaret Thatcher, en el Reino Unido, fueron en los años 80 apóstoles excelsos y sumos sacerdotes del dogma neoliberal —Carlos Andrés Pérez, en Venezuela, su monaguillo, su "perro simpático que no genera problemas"—.

El Consenso de Washington es el nombre que se da a un paquete de medidas económicas orquestadas —en sintonía con el dogma neoliberal— por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.

En 1989 este paquete del Consenso de Washington, el paquete neoliberal, fue aplicado en Venezuela. ¿Qué nos trajo? Nos trajo el Caracazo. Nos trajo después a Hugo Chávez Frías —quien a su vez nos dejó como legado a Nicolás Maduro, su hijo dilecto—.

En un intento de mitigar las consecuencias negativas de su implementación, a finales de los años 90 el Consenso de Washington fue ampliado para incluir entre sus políticas el combate a la corrupción, la reducción de la pobreza y la protección de los sectores vulnerables. Aún así, hoy se le considera muerto.

En 1998 Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, introdujo un conjunto de ideas que se conocen como el Post-Washington Consensus, “Más Allá del Consenso de Washington”. Para Stiglitz el Consenso de Washington fracasó porque "la simple liberalización de los mercados no es suficiente para garantizar su operación efectiva, particularmente en los países subdesarrollados. La existencia de asimetrías de información, que impiden a los mercados asignar recursos eficientemente, y la carencia de sistemas institucionales completos y y eficientes que mitiguen estas asimetrías, son las causas de esta insuficiencia”.

El gobierno actual ha reducido a polvo cósmico la precaria base institucional que teníamos. Caracterizan hoy la praxis gubernamental la extorsión abierta, la apropiación indebida y el uso crudo de la fuerza para proteger ilegítimos intereses particulares. Podemos decir, sin exagerar, que el pranato penitenciario ha surgido como paradigma institucional.

Detener esto es necesario, pero no es suficiente. Como sociedad tenemos que aprender a aprender de la realidad. Y aprendiendo de la realidad tenemos que evolucionar —mirarnos nostálgicamente el ombligo es contraproducente—.

Aquellos vientos trajeron estas tempestades, no lo olvidemos.

Friday, September 22, 2017

Los Cuentos que el Fuego Había Contado

Dialecto de lo incandescente
A la medianoche
el fuego de anaranjado se volvió brasa de rojo.
En la madrugada
se volvió gris. Se acostó entre las cenizas.

Al amanecer
el bosque era brillantes de escarcha y alfileres de frío.
Los viajeros dormían
acurrucados en la tienda de campaña.

Cuando el viento del lago voló,
cada uno despertó y se sentó
en el calor del rescoldo –
callado– como esperando

de día
los cuentos que el fuego había contado
de noche.
    El fuego tranquilo dormía.

A las diez
con una rama revolvieron las cenizas.
El fuego otra vez
levantó su voz, siguió su historia.

Wednesday, September 20, 2017

El Bigote Farsante en la Televisión

Fenomenología de la palabra desquiciada
–Se tiraron dos y la plegaria
    dijo la locura
¿Dónde comienza el mundo—termina la palabra?
–En el principio era la palabra
La palabra era y el miedo
Eran también hambre
    dolor y deseo
    pinchazo ardiente de la avispa afilada

–Padre ¿por qué me has abandonado?
    Y estalló el cielo y llovió dolor de hiel
    Demonios azules sacudieron sus lenguas lascivas
    Clavaron sus tridentes en las nalgas de los pecadores
    estrangularon a los curas borrachos

–Era la magia la palabra
el mundo que no es mundo –ilusión
ansiedad detrás del telón en la diégesis de un suplemento–
la pinche palabra pueril de la pinche basura
que se tragó al jardín
–No podeis servir a la palabra de Dios y a Mammón
    el bigote farsante parlando en la televisión–
palabra de Mammón

Thursday, September 14, 2017

Vivo en el Café

Sustancia y espíritu del espabilar
Vivo en el café,
en el descenso granuloso
desde la bolsa hirviendo hacia la cafetera
de peltre blanco y acentos azul marino.
Despierto al azul dulce de la llama de la hornilla de kerosén
en penumbras amarillentas de Catia.

Vivo en el café
en la nostalgia oscura
de la casa undulante de bahareque
debajo de la calle que lleva al puente
que brinca sobre el murmullo del río en la mañana
fresca todavia de San Juan de los Morros.

Vivo en el café
en la humedad lasciva
de un verano en el Norte de Indiana
en los unlimited refills de la cafetería
construída de sueños de Irlanda –nostalgia de los hombres blancos
que desangraron los árboles de una selva tropical–.

Vivo en el café,
en el olor caliente
del marroncito de a medio que en la panadería
sorbo tras sorbo canta el maestro de solfeo
de la Casa de la Cultura,
a una cuadra y media de la Iglesia de Petare.

Vivo en el café
busco significados, razones,
razones reptilianas: dolor de peligro
roces de ayuntamiento, contento de alimento.
Me pregunto si busco también el regreso a la muerte.
    En otra vida busqué a Dios.