Sunday, January 23, 2011

¿Es necesaria una Ley de Educación Universitaria?

Al comienzo de la autopista, bajando hacia La Guaira, puede verse un edificio inclinado fuera de la vertical –ha estado así desde que al final de su construcción, hace medio siglo, cedió el terreno que lo soporta. Técnicamente inhabitable, el edificio es de todas formas hogar de varias familias. Un profesor visitante de Física lo vio hace años, camino de regreso al aeropuerto. Nos dijo, medio en serio, medio en broma: –En Venezuela no se cumple ni la Ley de la Gravitación Universal.

¿Por qué, si lo más probable es que no se cumpla, ha causado tanto alboroto la vetada Ley de Educación Universitaria (LEU)? Este autor se declara incompetente para responder esta pregunta, cuya respuesta es más bien un asunto de Antropología Cultural. Pero esto no es tan importante: los objetivos esenciales de la LEU pueden alcanzarse dentro del marco jurídico vigente; bastaría con implementar políticas públicas viables, racionales y objetivamente verificables.

Tomemos como ejemplo el problema de la injusticia que generan los mecanismos de ingreso a las universidades. Este problema puede resolverse aplicando una sencilla política de incentivos: otorgando financiamiento adicional a aquellas instituciones cuyos mecanismos de admisión resulten en un perfil socialmente equilibrado de su población estudiantil.

Podría objetarse que la desigualdad en el ingreso a las universidades tradicionales tiene su origen en múltiples factores (la mala calidad de la Educación Media y los jugosos dividendos que ofrece la comercialización del ingreso universitario son dos de ellos). Pero son precisamente las universidades las que pueden, y deben, diseñar sistemas de ingreso que compensen estas dificultades.

Es función del Estado minimizar los desequilibrios sociales, regulando adecuadamente las instituciones. Regular mediante incentivos puede generar mayor justicia social.

Sunday, January 09, 2011

Emulación socialista

«La competencia significa, en este tipo de capitalismo, el aplastamiento monstruosamente feroz del espíritu emprendedor, de la energía, de la iniciativa audaz de la masa de la población… significa también la sustitución de la emulación por la pillería financiera, el nepotismo, el servilismo en los peldaños mas elevados de la escala social.» (Vladimir Illich Lenin)

Cerca de mi casa, a sólo diez minutos en automóvil, funciona un Centro Diagnóstico Integral (CDI). Funciona digo, porque cuando lo necesitamos –de día, de noche o de madrugada– sus médicos están allí, listos para aliviarnos dentro de las limitaciones de la modesta edificación que les alberga. La actitud de los médicos cubanos contrasta con la de muchos funcionarios venezolanos, que en el servir a sus compatriotas ven un fastidio, una interrupción del ocio placentero.

Los cubanos son gente muy discreta. Aún así, un día me atreví a hacerle una broma política a uno de los trabajadores del CDI.

–Ustedes se me parecen a los gringos.

El hombre respondió con cierta alarma.

–¿Y cómo es eso señor?

–Se toman su trabajo en serio.

El hombre sonrió.

–A los gringos les gusta trabajar –agregué–. Además, siempre tienen un supervisor encima.

–Nosotros también –contestó–. Nos reunimos y nos evaluamos entre todos. Al que cumple con los objetivos, se le premia.

–Pero un camarada venezolano diría que eso es competencia.

–No chico, es emulación socialista.

Toda persona tiene la necesidad psicológica de contribuir a algo más grande que sí misma; y de sentirse reconocida por su contribución. La emulación socialista es un sistema de gerencia que satisface esta necesidad, premiando a quienes con su esfuerzo individual benefician al colectivo.

Dijo Martí: «el elogio oportuno fomenta el mérito; y la falta del elogio oportuno lo desanima… La alabanza justa regocija al hombre bueno, y molesta al envidioso. La alabanza injusta daña a quien la recibe: daña más a quien la hace.»

Sunday, January 02, 2011

Concierto en Viena

La marcha de Radetzky es a los vieneses lo que el Alma Llanera es a nosotros. En el Neujahrskonzert, el concierto de Año Nuevo, la Orquesta Filarmónica de Viena la interpreta, bajo la dirección de Franz Welser-Möst.

Desde el podio, entre ramos de rosas y orquídeas, bajo lágrimas de luz que cuelgan de las vigas de madera del techo del Musikverein, Welser-Möst voltea hacia los asistentes y dirige sus aplausos: les hace parte de la orquesta. A su señal, la gente aplaude y ríe feliz; los aplausos, en perfecta sincronía, se funden en un solo sentimiento con la música. Inevitablemente pensamos en Dudamel dirigiendo la Sinfónica Juvenil, en la fiesta de Año Nuevo en la Plaza Bolívar, en arabescos de arpa en polvaredas bajo la luna en una fiesta en el llano.

La música es paradigma por excelencia de la acción colectiva; coordina movimiento, intención y sentimiento en un espíritu que trasciende la suma de sus partes. La música es paradigma de la comunicación.

Welser-Möst cumple su tarea porque que es capaz de generar participación. Es el director, pero no pretende que su yo desintegre el yo del otro. No es el monstruo en la película El Submarino Amarillo, que con su larga trompa succiona todo a su paso; hasta que no habiendo más nada que devorar succiona el cuadro de la película y desaparece.

El año nuevo nos encuentra en una encrucijada. Hemos recorrido un largo trecho desde 1999; pero todavía no sonamos como una orquesta. Todavía no actuamos con la coherencia de una nación de hombres y mujeres libres. Es el momento de consolidar y avanzar o de lo contrario, retroceder hacia el despeñadero. Hacia donde vayamos lo decidirá el que seamos o no capaces de convocar el esfuerzo de todos; el que seamos o no capaces de hacer realidad la participación.

Que el 2011 nos traiga la derrota de oportunistas, aduladores y sanguijuelas: la victoria definitiva de los poderes creadores del pueblo.