Sunday, August 26, 2007

Altruismo y Software Libre

En su artículo El Software Libre es Socialista, Sandra Parra escribe que "...existe actualmente, un bien social, producido y sustentado por la sociedad, que actúa a la vez como producto y como medio de producción, accesible y explotable sin que medien condiciones sociales, raciales o económicas, por la sociedad entera, no sólo por los miembros de la comunidad que lo produjo. Es un cúmulo de ideas organizadas ofrecidas de forma colaborativa e incremental, libremente reproducibles y mejorables. Su precio de venta depende del conocimiento que de él tenga el comprador, de la moral del vendedor y del conocimiento que del producto tenga la contraloría social. Es el software libre. Hasta ahora, y exceptuando algunos otros productos intelectuales licenciados de forma libre, la sociedad no ha producido un bien más socialista ..."

El caso del software libre demuestra con claridad que es posible producir bienes de altísima calidad dentro de un modo de producción socialista. La magnitud del logro del movimiento de software libre se destaca cuando recordamos que tiene lugar en esta era de dominio neoliberal. ¿Qué ha permitido que este movimiento prospere en estas condiciones adversas? ¿Qué lecciones podemos aprender de esta experiencia?

Para aproximarnos a una respuesta cabe recordar, siguiendo a Gramsci, la importancia de la lucha ideológica. La coerción, física o jurídica, no es suficiente para garantizar el control de las clases dominantes. La estabilidad del control político requiere de la hegemonía que resulta de propagar en una sociedad un sistema de valores, creencias y actitudes. El programa de software libre ha sido desde sus comienzos una clara lucha ideológica, circunscrita a los intelectuales y usuarios de la computación digital. Richard Stallman, propulsor del movimiento del software libre, comenzó así su manifiesto: "El principio de reciprocidad requiere que si a mí me gusta un programa, entonces debo compartirlo con otras personas que también lo quieran. Los comerciantes de software, forzándo a los usuarios a no compartir, buscan dividirlos para conquistarlos. Me niego a quebrar de esta manera mi solidaridad con otros usuarios."

Pero definir una arena ideológica no basta para garantizar la victoria de un movimiento. Stallman puntualiza por qué el movimiento será útil y a quien: "Una vez que el proyecto haya cristalizado, todo el mundo podrá disfrutar de un sistema operativo gratis, como el aire." Para que un movimiento sea asumido como suyo por una comunidad, debe serle útil.

Quienes contribuyen al desarrollo del software libre participan de lo que se llama "altruismo recíproco". En un acto de altruismo recíproco A ayuda a B sin esperar que B le retribuya porque percibe que su acto, al mejorar la calidad del colectivo, aumenta a la larga su propio bienestar. Y porque espera que, en caso de que fuere necesario, B ayudaría a su vez a cualquier miembro de la comunidad. El altruismo recíproco ha sido observado en organismos, comunidades animales y culturas humanas. Al generar los beneficios colectivos que se derivan de la cooperación social, el altruismo recíproco hace más probable el éxito del organismo, de la especie, o de la sociedad.

(Al altruismo se le opone el egoísmo. Es importante acotar que un acto en beneficio propio no es necesariamente egoísta. Se actúa en forma egoísta cuando se busca el propio beneficio aún a costa de causar perjuicio a otros u otras. El crimen es una expresión extrema de egoísmo, por ejemplo.)

¿Es necesario renunciar a nuestro interés personal para transitar hacia el socialismo? No, la experiencia del software libre nos enseña que actuar en beneficio del colectivo es casi siempre actuar en nuestro propio beneficio.

Sunday, August 05, 2007

La Evolución de la Cooperación.

"Ahora he alcanzado el punto donde puedo indicar brevemente lo que para mí constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo. Se refiere a la relación del individuo con la sociedad. El individuo es más consciente que nunca de su dependencia de la sociedad. Pero él no ve esta dependencia como un hecho positivo, como un lazo orgánico, como una fuerza protectora, sino como algo que amenaza sus derechos naturales, o incluso su existencia económica. Por otra parte, su posición en la sociedad es tal que sus pulsiones egoístas se están acentuando constantemente, mientras que sus pulsiones sociales, que son por naturaleza más débiles, se deterioran progresivamente."
¿Por qué socialismo? Albert Einstein, 1949.

Para quienes profesan el dogma neoliberal, los seres humanos somos esencialmente egoístas. Participamos en el mercado para satisfacer nuestros intereses individuales. Del juego entre estos intereses emerge supuestamente el máximo bien común. El altruismo, la cooperación, la solidaridad, son irrelevantes—insignificantes fantasías de idealistas y soñadores. A la luz de la historia parece obvio que esta aseveración no tiene asidero en la realidad. La ciencia contemporánea corrobora esta opinión: la cooperación es esencial para la supervivencia de la sociedad, de la vida misma.

¿Cómo emerge la cooperación? Las investigaciones que abordan este problema siguen, a grandes rasgos, dos estrategias. En la primera se trata de preservar la noción de la especie humana como homo economicus, la noción de la sociedad como colección de individuos que buscan racionalmente satisfacer sus necesidades personales. Desde este punto de vista la cooperación emerge de la conveniencia de preservar las ventajas que el el grupo social le da a los individuos. (Es interesante notar que esta línea de investigación, que deriva de la economía tradicional, ha demostrado que el libre mercado no conduce en general al máximo bien común.)

En la segunda estrategia se considera la cooperación como una característica que confiere una ventaja evolutiva, que maximiza la capacidad de supervivencia y reproducción de organismos y sociedades. En la conferencia "Evolución Genética y Cultural de la Cooperación," los antropólogos Daniel M. T. Fessler y Kevin J. Haley argumentan que, en contraposición a la tradición racionalista, "las emociones parecen jugar un papel fundamental en las relaciones cooperativas". Fessley y Haley identifican 13 emociones específicas que parecen condicionar la cooperación. En el plano de las relaciones diádicas (entre dos personas) las emociones que modulan la cooperación son: el amor romántico, la gratitud, el enojo, la envidia, la culpabilidad, la rectitud y el desdén.

En el nivel social, que concierne al desarrollo del socialismo, determinan la cooperación los siguientes sentimientos: la vergüenza (de defraudar al colectivo), el orgullo (de contribuir al colectivo), la indignación moral (ante la corrupción, por ejemplo), la aprobación moral (a la probidad), la admiración, la emulación de acciones ejemplares, la alegría (de estar en Venezuela) y, por último, las emociones corporativas (amor por Venezuela, orgullo por nuestros éxitos, dolor por nuestros fracasos).

Los resultados arriba descritos pueden ayudarnos a transitar hacia el socialismo, hacia una formación social que valore más la cooperación que la competencia desleal. Desafortunadamente, no podemos decir que la vergüenza, el orgullo, la indignación moral, la aprobación moral, la admiración y la emulación sean emociones profundamente arraigadas en nuestra sociedad. Si estas emociones son necesarias, nuestra educación, nuestra expresión cultural y la acción de nuestros servidores públicos deberían fomentarlas.

La cooperación debe ser más que un eslogan político.