Wednesday, July 15, 2020

Agnosticismo

En el principio era el logos
Una neblina espesa de miedo
flota encima de luces y sombras,
pesa sobre los hombros
y dobla las espaldas.

Busco refugiarme
en recuerdos de vientos azules
sueños leves de tardes en Trieste
 esperanzas dulces.

Te tengo miedo
SARS-CoV-2
Pero somos arena de la misma estrella
somos tremores resplandescientes de Gaia.

Tuesday, January 21, 2020

Vivir en un indestructible planeta

Racionalidad de una cultura mágica
Al restaurante
donde esperaba
por una empanada de carne mechada

llegó un muchacho,
gesticulando
gestos oscuros.

Se sentó en la silla
de una mesa al lado
y algo murmuró.

Del pote de la basura
plástico un vaso sacó
y de batido de mango

se bebió los dos dedos
que quedaban en él.
Hay hambre,

pensé,
se movió
mi sosiego.

El sabroso café
que a la mitad quedaba
en mi taza de peltre

me miró
regañó.
—¡Agarrado!

Sentí luto
pero con luto y todo
le ofrecí

el café.
—¡Gracias jefe!
Y un contento

iluminó su cara. Una señora
de la cocina, en el fondo, salió
con mi empanada de carne mechada.

Con preocupación miró al muchacho.
—¿Qué deseas?
—preguntó.

—Un cuchillo,
para picar el ruedo de mis pantalones,
son muy largos.

—Un cuchillo,
—ella dijo—
picas el ruedo

con un cuchillo
y la tela se romperá.
Necesitas una tijera.

—Pero tengo que picarlos.
—Y yo no tengo tijera.
—Pero tengo que picarlos.

—Necesitas
una hojilla.
Ya yo vengo.

La señora se metió
hacia la parte del fondo
del restorán. Volvió luego

con la mitad de una hojilla.
Se la dio.
El muchacho la agarró

y allí comenzó a picar
sus pantalones,
con pericia inesperada.

Mordí mi empanada
de carne mechada.
Y mordí alborozo.

El muchacho terminó
de picar sus pantalones.
Admiró su producción.

Se levantó,
las gracias dio
y se marchó.

La señora me miró
—Tremendo loco —me dijo.
—Loco y todo, resolvió.

Este intercambio, pensé,
un hecho de economía,
más de microeconomía,

tendría que haber ocurrido
en algún indestructible planeta.
Vivo en un indestructible planeta.

Monday, January 20, 2020

Estos Días

A la memoria del tío Freddy
Si fuesen una selva estos días
vivirían en ellos arañas peludas
y barro naranja y serpientes.

Pero no, me equivoco, una selva
es demasiada dignidad
para encarnar estos días

que transcurren en oscuro
olor de agrios podridos
en un excusado de hoyo.

El Cagadero de San Pedro vivimos,
habría dicho el tío Freddy.
Un cagadero de calles de tierra

cruzadas por hilillos
de aguas negras, entre bloques de arcilla
desnudos e ignorancia.

En aquél sueño
el barrio se volvió digno.
Fue solo un sueño.