La utopía transmutada en distopía
Hace unas semanas fui a una consulta con un médico de Barrio Adentro. "Tiene que hacer todo lo posible por hacer ejercicio", me dijo.
"El problema es que ya no se puede caminar por donde lo hacía, secuestran a la gente," contesté.
"Pero no debe tener miedo, tiene que cuidar su salud."
Pensé un poco antes de contestarle.
"En realidad miedo no tengo mucho, pero el peligro es muy real. Los malandros patrullan la zona en camionetas y van recogiendo gente en la calle: una por una. Son eficientes y productivos, secuestran varios de una vez".
El médico asintió.
"La verdad es que ustedes tienen una situación bien trancada."
"Así es", contesté. "Si trato de que no me mate un infarto, a lo mejor me matan los malandros".
"¿Y usted tiene plata para que lo secuestren?"
"Que va, en los secuestros express agarran a cualquiera. En mi Universidad unos malandros retuvieron a varios estudiantes en el bosque donde estaban haciendo unas prácticas. No los dejaron ir hasta que la familia de uno de ellos les dió plata."
"Amigo, aquí en este país tienen que poner mano dura."
"El problema es que poner mano dura cuesta votos."
Los venezolanos, como todos los seres humanos, somos capaces de acostumbrarnos a todo. Pero cuando nos comunicamos con gente que vive en sociedades funcionales nos damos cuenta del caos en que vivimos: cada vez más profundo, cada vez más inconcebible.
En mi tiempo de vida una Venezuela pobre y atrasada, pero con valores y reglas, ha pasado a ser una Venezuela pobre y atrasada, pero ahora con valores carcelarios, instituciones disfuncionales y discursos públicos alucinatorios.
Entender como caímos en esta situación podría ayudarnos a salir de ella. En este contexto es relevante un experimento clásico de sicología social: el Experimento de la Prisión, The Stanford Prison Experiment, que asume como pregunta.
¿Cómo responde la gente a un ambiente cruel, sin reglas definidas?
No comments:
Post a Comment