"Gobernar" deriva del griego "kybernan", que significa timonear, dirigir el rumbo de una embarcación. De "kybernan" deriva también "cibernética": la ciencia de los sistemas regulatorios. En este sentido gobernar un país significa regularlo, mantener en orden sus diversos subsistemas.
Ilustremos esta perspectiva del gobierno como regulador mediante un ejemplo que ha sido objeto de escrutinio en los últimos meses: el subsistema financiero.
Hay tres tipos de actores involucrados en el sistema financiero: los ahorristas, las instituciones bancarias y quienes requieren financiamiento para producir o adquirir bienes.
Equilibrar los intereses de estos actores no es fácil: el poder de las instituciones bancarias es mucho mayor que el de ahorristas, consumidores y productores. Para compensar esta asimetría de fuerzas es necesario que los bancos sean controlados por un tipo de actor adicional: los entes reguladores que designa el Estado.
En general las instituciones bancarias no aceptan pasivamente este control. Tratan de evadirlo, de varias formas.
La primera es capturar el poder político. Esto es lo que han hecho, en el transcurso de varias décadas, los agentes financieros en los Estados Unidos: han llevado al gobierno operadores políticos de su confianza. Una vez en el poder, estos operadores han desmontado el sistema regulatorio.
Una segunda forma de escapar a la regulación es el soborno o la concusión: en este caso los agentes reguladores reciben dinero a cambio de incumplir sus obligaciones.
En una tercera forma, más insidiosa, los entes reguladores abandonan su función legítima y usan su poder para convertirse, quizá a través de personas interpuestas, en actores del sistema financiero.
En los países desarrollados la primera forma, capturar el poder político, es la preferida. La segunda y la tercera no son tan comunes: en presencia de un sistema de justicia eficaz suponen un riesgo considerable.
En Venezuela, en ausencia de un sistema de justicia eficaz, los reguladores aprovechan su función para convertirse en actores financieros privilegiados. Esto, junto con el soborno y la concusión, obstruye la regulación financiera; en términos cibernéticos, desintegra el feedback loop que debería mantener en equilibrio los intereses de los ahorristas, las instituciones bancarias y quienes requieren financiamiento para producir o adquirir bienes.
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