Los soldados sentían los dedos del viento en el frío de la tarde de Pamplona. La neblina azul bajaba pasito por el verde de la montaña. Bolívar, de pie junto al General Rafael Urdaneta, les arengaba: “para nosotros la patria es América”.
Los procesos de integracion en latinoamérica comenzaron con la historia de nuestras naciones. Todavía no cuajan, dos siglos después. ¿Es nuestra América, la de Martí, una quimera imaginada entre vapores de sueño?
Este 26 de noviembre será en Guyana la cumbre de Unasur. Creada el 23 de mayo de 2008, la Unión ya tiene presencia y fuerza política. Hace un mes sus cancilleres, reunidos en Quito, repudiaron el levantamiento contra Correa. La semana pasada sus Ministros de Salud resolvieron ayudar en bloque a Haití, afectado por una epidemia de cólera.
Unasur y Mercosur –y el Alba– encarnan hoy nuestra integración política y comercial.
Dos entes adicionales han sido creados para financiar comercio y producción: el Sucre y el Banco del Sur. El Sucre es una unidad de cuenta común que permitirá a los países del Alba –Cuba, Dominica, Ecuador, Nicaragua, San Vicente, Venezuela y Bolivia– comerciar entre sí sin gastar dólares. El Banco del Sur financiará proyectos y hará la región menos dependiente del FMI y el Banco Mundial.
El camino a la unión será tortuoso. Pero podemos encontrar ánimo en el ejemplo de la economía más grande del mundo, la Unión Europea. En 1950 Robert Schuman declaró en la cancillería francesa, en el Muelle de Orsay en París: “Europa no se hará de golpe, o de acuerdo a un solo plan. Será construída mediante logros concretos que crearán una solidaridad de facto.” Fue medio siglo después, en 2002, cuando el Euro fue adoptado como moneda común.
Necesitamos paciencia, pero es razonable que seamos optimistas. Ya no somos, parafraseando a Martí, una máscara con calzones de Inglaterra, chaleco parisiense, chaquetón de Norteamérica y montera de España. Somos de Catia; somos aymara, zambos, limpiabotas y buhoneros en las calles del Brasil.
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