Dialecto de lo incandescente
A la medianoche
el fuego de anaranjado se volvió brasa de rojo.
En la madrugada
se volvió gris. Se acostó entre las cenizas.
Al amanecer
el bosque era brillantes de escarcha y alfileres de frío.
Los viajeros dormían
acurrucados en la tienda de campaña.
Cuando el viento del lago voló,
cada uno despertó y se sentó
en el calor del rescoldo –
callado– como esperando
de día
los cuentos que el fuego había contado
de noche.
El fuego tranquilo dormía.
A las diez
con una rama revolvieron las cenizas.
El fuego otra vez
levantó su voz, siguió su historia.
el fuego de anaranjado se volvió brasa de rojo.
En la madrugada
se volvió gris. Se acostó entre las cenizas.
Al amanecer
el bosque era brillantes de escarcha y alfileres de frío.
Los viajeros dormían
acurrucados en la tienda de campaña.
Cuando el viento del lago voló,
cada uno despertó y se sentó
en el calor del rescoldo –
callado– como esperando
de día
los cuentos que el fuego había contado
de noche.
El fuego tranquilo dormía.
A las diez
con una rama revolvieron las cenizas.
El fuego otra vez
levantó su voz, siguió su historia.
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