Desde la nada oscura
Bajamos la avenida que del cerro baja
a la soledad del centro
dentro de sueños violeta.
Si bajamos somos. Somos
de un sujeto suspendido su suspenso.
Podríamos ser quien habla,
quien escucha.
O ser los dos,
quien habla, y quien escucha.
En esta perplejidad nos acecha un anhelo:
un dolor ondulante
reptando indiferente
sobre la piel distante de un recuerdo de hielo.
Un destello estalla
en la esquina que duerme y se va. Más allá
despierta una amenaza que nunca durmió.
De fruta podrida
un olor y un frío de madrugada
silban en la oscuridad. Sisea
un farol de gasolina que clarea
un puesto de batatas y cebolla.
He aquí el mercado.
a la soledad del centro
dentro de sueños violeta.
Si bajamos somos. Somos
de un sujeto suspendido su suspenso.
Podríamos ser quien habla,
quien escucha.
O ser los dos,
quien habla, y quien escucha.
En esta perplejidad nos acecha un anhelo:
un dolor ondulante
reptando indiferente
sobre la piel distante de un recuerdo de hielo.
Un destello estalla
en la esquina que duerme y se va. Más allá
despierta una amenaza que nunca durmió.
De fruta podrida
un olor y un frío de madrugada
silban en la oscuridad. Sisea
un farol de gasolina que clarea
un puesto de batatas y cebolla.
He aquí el mercado.
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